miércoles, 25 de julio de 2007

CONFIANZA vs DECEPCIÓN


Me gusta recordar, aunque no lo hago con la asiduidad precisa, que es importante llevar a la practica la observancia del artículo 1º: "Conocerás al personal". No aparece en ninguna Constitución, decálogo o similar, pero desde bien niña tengo grabado en mi cabeza el artículo 1º pues, en múltiples ocasiones, un amigo de mi padre lo repetía agitando el dedo índice y provocando en mí una sonrisa que no me cabía en la cara...
Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que esa voz y ese movimiento dactilar de advertencia hicieron acto de presencia, pero el devenir de los acontecimientos y experiencias con el resto de mortales que han pasado por mi vida ha traido a mi memoria el eco de esas palabras, de esa advertencia... la vigencia sempiterna del artículo 1º.
¿Por qué nos decepciona el prójimo? ¿Por qué nos disgustamos tanto cuando alguien no actúa como esperábamos? A esta fecha, yo sé a ciencia cierta, que no podemos amar a quien no conocemos; tal vez sea yo capaz de demostrar cariño, simpatía, educación, comprensión... hacia una persona, pero si no la conozco, no soy capaz de amarla.
La parte negativa de aplicar el artículo 1º es lo recelosa que me vuelvo, pues el grado de confianza que pueda depositar en alguien es directamente proporcional al grado de decepción que puedo llegar a sufrir... así que prefiero desconfiar para protegerme de ese agrio sentimiento, ya no me arriesgo, pero estoy convencida de que así también puedo salir perdiendo.
Busco el equilibrio entre la confianza y la cautela... y si lo encuentro, lo haré saber.

TREINTA Y TANTOS

Cuesta creer que cuando cumples treinta y uno, treinta y dos... ya has vivido una etapa de tu vida, bueno, una no, ya son mínimo dos, pero de la primera no has tomado apenas conciencia.
El caso es que cuando llegas a los treinta y tantos el color de la vida, ese que antes era color esperanza, se vuelve pardusco y te llega a resultar amargo en ocasiones. Sí, es posible que un color que apreciamos con los ojos nos resulte amargo al paladar... pero eso sólo lo puedes comprobar cuando cumples treinta y tantos.
El domingo me encontré en Fuenterrabia con un matrimonio joven con dos niños pequeños; conocí al feliz matrimonio cuando era una feliz pareja de novios, cuando yo también formaba parte de ese colectivo de parejitas felices... y me pregunto qué me ha pasado desde entonces, qué se ha torcido tanto como para haber salido definitivamente de ese camino que me llevaba derechita a una vida de familia, de niños... lo que yo soñaba como un final feliz de los de los cuentos.
Y es que eso que he oído tantas veces en mi vida de "cada cosa a su tiempo" a mí no me ha funcionado nunca, tal vez porque soy una persona algo atropellada e impaciente.
Conozco otros casos con experiencias similares y me alarma observar cómo el desencanto y la infelicidad van arrasando nuestra generación.
Amor prohibido, mal de amores, amor platónico, mal de amores, amor...