miércoles, 25 de julio de 2007

TREINTA Y TANTOS

Cuesta creer que cuando cumples treinta y uno, treinta y dos... ya has vivido una etapa de tu vida, bueno, una no, ya son mínimo dos, pero de la primera no has tomado apenas conciencia.
El caso es que cuando llegas a los treinta y tantos el color de la vida, ese que antes era color esperanza, se vuelve pardusco y te llega a resultar amargo en ocasiones. Sí, es posible que un color que apreciamos con los ojos nos resulte amargo al paladar... pero eso sólo lo puedes comprobar cuando cumples treinta y tantos.
El domingo me encontré en Fuenterrabia con un matrimonio joven con dos niños pequeños; conocí al feliz matrimonio cuando era una feliz pareja de novios, cuando yo también formaba parte de ese colectivo de parejitas felices... y me pregunto qué me ha pasado desde entonces, qué se ha torcido tanto como para haber salido definitivamente de ese camino que me llevaba derechita a una vida de familia, de niños... lo que yo soñaba como un final feliz de los de los cuentos.
Y es que eso que he oído tantas veces en mi vida de "cada cosa a su tiempo" a mí no me ha funcionado nunca, tal vez porque soy una persona algo atropellada e impaciente.
Conozco otros casos con experiencias similares y me alarma observar cómo el desencanto y la infelicidad van arrasando nuestra generación.
Amor prohibido, mal de amores, amor platónico, mal de amores, amor...

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